En la Sala Castellana 214, en medio de un cuarto iluminado únicamente por una proyección, un adulto mayor y un niño miran las imágenes y los testimonios del muro que dividió el mundo durante casi tres décadas.
“Recordar lo que ocurrió no hace tanto tiempo en Europa y concientizar sobre el poder del pueblo es parte del objetivo de la exposición,” dijo Axel Klausmeier, director de la Fundación Muro de Berlín.
Fue inaugurada el 9 de noviembre en la capital española por Musealia y desarrollada en colaboración con la Stiftung Berliner Mauer (Fundación del Muro de Berlín).
“Llevamos tiempo trabajando en esta exposición y es un gran honor que su recorrido comience en Madrid, una ciudad vinculada a Berlín desde 1988” afirmó Klausmeier en la inauguración.
De acuerdo a la tarjeta informativa de uno de los 300 objetos expuestos, durante el regimen Nazi la obra de teatro Nathan el Sabio fue prohibida por tener como personaje principal a un mercader judío. El 6 de septiembre de 1945 la agenda política y cultural de los ocupantes soviéticos impulsó el reestreno de este espectáculo que promovía la importancia capital de la tolerancia, pero dos años después estalló la Guerra Fría, y el resto es historia.
Como con este objeto, las experiencias culturales, sociales, tecnológicas, y políticas vividas por los ciudadanos, son contadas a través de cinco salas diferentes que retratan el antes, durante y después del levantamiento del Muro.
Gracias a los más de 60 prestatarios y 20 museos e instituciones internacionales que aportaron con sus colecciones a la exposición, es posible encontrar objetos como las herramientas originales utilizadas por los ciudadanos en 1989 para demoler el muro, un túnel de espionaje que atravesaba el Berlín subterráneo, archivos secretos de la Stasi y más de 20 metros del muro original.
Una pregunta escrita en letras negras recibe a los visitantes en el último cuarto de la exposición. Se lee: ¿Seguimos viviendo en un mundo dividido?
Antes de cruzar la puerta de salida, la gente se amontona alrededor de un muro blanco. Con plumones de colores se paran de puntitas o se arrodillan para escribir sobre él y leer las historias que otros han plasmado.
Las palabras de Ursula Le Guin flotan en el aire: “Al igual que todos los muros era ambiguo, multifacético. Lo que había dentro o fuera de él dependía del lado en que uno se encontraba”.